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Cybraceros: La promesa y los peligros del border hacking

Brazos sin cuerpos. Trabajo sin trabajadores. Ayuda de los aliens. Pero sin los “aliens” entre nosotros. Todo muy sci-fi, mas a la misma vez muy familiar. La sátira de cinco minutos de Alex Rivera Why Cybraceros? (1997) incorpora material fílmico de la película promocional que parodia. Producida en los años cincuenta por el Califormia Grower’s Council, la película original promete resolver el eterno problema de siempre del trabajo manual. La migración temporera de los braceros, hombres que trabajan con sus brazos y manos, proveerá el difícil, sucio y desagradable trabajo manual que se da en las granjas que los cada vez más sofisticados trabajadores estadounidenses han aparentemente superado. De manera sarcástica la película de Rivera lleva la idea del trabajo matador un paso más allá.

Desde la comodidad de sus propios hogares, los trabajadores mexicanos podrán ahora usar Internet de alta velocidad y comandos simples que sólo permite a su labor cruzar la frontera. Esto representa una situación ideal tanto para los trabajadores mexicanos como para los agricultores estadounidenses, tal como resume el narrador en dos líneas: Para el trabajador es tan sencillo como apuntar, hacer clic y recolectar. Para el agricultor estadounidense es toda la labor sin el trabajador.

Los cybraceros y las tecnologías que utilizan permiten el border hacking o usar tecnologías computacionales para eludir las restricciones impuestas por las fronteras nacionales. En este hack futurístico los gobiernos pueden desprogramar (léase: pueden eliminar) la inmigración “ilegal”. El cybracero no presenta ningún riesgo de convertirse en ciudadano. Las infraestructuras computacionales son utilizadas para conectar a los trabajadores en nombre de la vigilancia estatal y la gobernanza.

Esta interrogante de la conectividad es algo que inspira a Rivera a crear su subsiguiente largometraje de ciencia ficción, Sleep Dealer. Mientras llevaba a cabo trabajo documental en pueblos del sur de México (Puebla y Oaxaca), se percata que hay sofisticadas torres de teléfonos móviles que proveen robustos sistemas de comunicación, pero que las carreteras no están pavimentadas ni hay sistemas de agua municipal. Las personas entonces están conectadas no sólo en sentido material al mundo real sino a la misma ideología de que el futuro y la esperanza de pertenecer al futuro están allá afuera en algún sitio, según me explicó Rivera. En Sleep Dealer, entonces, el personaje principal, Memo, se convierte en un node worker (trabajador de nódulos) que utiliza implantes o nódulos de una infomaquila en Tijuana para controlar robots que llevan a cabo tareas agrícolas simples pero delicadas en los Estados Unidos. Se convierte en el border hacker que Why Cybraceros? había previsto.

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Encontramos pistas sutiles en cuanto a las fuentes de inspiración que surgen de los mundos del hacking en una de las escenas iniciales de la película cuando vemos a Memo en una pequeña choza jugando con aparatos electrónicos. Por un breve momento la cámara se enfoca en un artefacto para medir voltaje colocado encima de un libro titulado Hackear para principiantes. El autor es R. Domínguez, una referencia al conocido artista y activista Ricardo Domínguez, quien fundó el Electronic Disturbance Theater y desarrolló varios proyectos de hacking tales como Zapatista Floodnet y Transborder Immigrant Tool.

El hecho de que Memo esté hackeando desde una choza también revela la importancia de tomar en consideración la geopolítica al contar las historias y culturas del hacking. Desde una óptica estadounidense, la ética DIY (hazlo tú mismo) frecuentemente asociada con el hacking tiene sus comienzos en narrativas de la posguerra de la Segunda Guerra Mundial que fomentaban a los padres a permitir que los jóvenes – solamente los varones – jugasen con componentes técnicos en chozas o garajes como forma de promover la ingeniería y educación científica, y por ende la prosperidad nacional. Los hombres trataban a las chozas o garajes como espacios separados dentro de la normativa de la vida doméstica suburbana donde la mujer y los niños no les interrumpen y pueden conectar con otros hombres para ejercer un tipo de ciber riña mano a mano.

Este es un mundo distante y extraño al de la choza de Memo. Pronto descubrimos que él se esconde de las distracciones domésticas: su papá, un granjero, le interrumpe, insistiendo que vaya a trabajar su milpa. La tarea se ha vuelto cada vez más ardua; Memo describe su pueblo de santa Ana del Río en Oaxaca como una trampa: seca, sola, desconectada. Esto no es coincidente. Nos enteramos que Memo, desde su choza, ha estado hackeando a comunicaciones de drones transmitidas por la empresa multinacional que ha estado eliminando efectivamente el agua de Santa Ana.

Memo conecta eventualmente con un piloto de drones mexicano-americano nacido en los Estados Unidos que trabaja para la empresa. El piloto usa y luego se deshace de sus extensiones Cyborg para destruir la represa que antes protegió en Santa Ana. El agua regresa al pueblo y la empresa multinacional recibe un golpe devastador. En efecto, las mismas tecnologías que utilizan los cybraceros para dar apoyo a los estados nacionales y a las grandes industrias agrícolas pueden obrar en su contra si caen en manos de hackers que trabajan solidariamente para revertir las relaciones de poder al readaptar sistemas para fines equitativos.

El hacer que los sistemas se tornen en sí es lo que llama a muchos de nosotros al hacking. Pero, ¿qué nos llama al border hacking? Mientras un trabajador de nódulo mexicano se conecta a la infomaquila en Tijuana – ciudad del futuro, dice – A veces tú controlas la máquina y a veces la máquina te controla a tí. Humano/máquina. trabajador/máquina. Estados Unidos/México. El border hacking ofrece la posibilidad de observar los juegos que se juegan en ambos lados de los bordes débilmente construidos pero ferozmente impuestos.

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